Uno de los retos más importantes que ha de resolver el
adolescente entre los 14 y 18 años es la toma de decisiones sobre su futuro
profesional. Es una tarea difícil porque de esta decisión dependerá que tome un
camino con el que se sienta realizado a corto y a largo plazo. Este momento
crucial reclama la atención de los padres que deberán prestarle ayuda para
escoger la formación que más se adecue a sus expectativas en la vida.
Conocerse a sí mismo es fundamental para
decidir sobre la futura actividad laboral o los estudios que se cursarán. Pero
también debemos tener en cuenta que los rasgos que definen a un adolescente son
susceptibles de cambio. Los intereses y aspiraciones pueden modificarse al
entrar en contacto con nuevas realidades, con nuevos horizontes... Por lo
tanto, empezar a asumir algunos compromisos que tienen que ver con la
preparación necesaria para retos posteriores, y profundizar en su propio
conocimiento serán dos actividades que se irán completando siempre de forma
paralela.
José María Lahoz García
Pedagogo (Orientador escolar y profesional),
Profesor de Educación Primaria y de Psicología
y Pedagogía en Secundaria
A lo largo de la adolescencia, el joven se ve en la
necesidad de tomar una serie de decisiones y de asumir una serie de compromisos
que facilitarán o que dificultarán su llegada al mundo laboral. Por desgracia,
la complejidad de nuestras sociedades desarrolladas exige una serie de años de
preparación teórica y práctica para lograr una buena integración profesional.
Como consecuencia, si por cualquier motivo el adolescente toma decisiones
equivocadas, no encuentra su vocación o no asume los compromisos precisos para
lograr la formación necesaria, corre el riesgo de no sentirse realizado en su
posterior vida profesional.
Seguramente este hecho, junto con otras dificultades
semejantes en relación a la sexualidad, constituyen la esencia de la llamada
"crisis de la adolescencia". Tiene la fuerza, la apariencia y la
habilidad de un adulto pero no puede disfrutar de la condición socioeconómica
de adulto, empieza a tener pensamiento de adulto pero no disfruta de la
autonomía del adulto, dispone de apetito y capacidad sexual pero no puede
usarla como el adulto. Y en medio de ese ser y no ser adulto, se le pide que se
esfuerce para lograr, más adelante, los privilegios de adulto que ahora se le
niegan.
Los adolescentes, entre los 14 y 16 años, deberán
decidir si seguirán estudios más bien teóricos o si accederán a niveles de
formación profesional de tipo más práctico. Según la decisión tomada,
necesitarán el compromiso para lograr el mejor nivel posible en sus estudios.
Para que la decisión tomada sea la más adecuada
deberían haber desarrollado su propia identidad, es decir conocer de sí mismos
algunos aspectos relevantes para decidir con acierto. Deberían conocer:
·
Sus aptitudes, es decir aquellas
habilidades físicas o intelectuales en las que poseen mayor destreza.
·
Sus intereses o aspiraciones, aquellos
logros que les impulsan a comprometerse, a invertir parte de su tiempo y de su
entusiasmo por lograrlos.
·
Su manera de ser y de comportarse, su
personalidad, su originalidad.
Cuando el adolescente no logra establecer compromisos
más o menos explícitos que le encaminen en una dirección concreta, está
aplazando el momento de hallar su vocación y de entrar en la etapa adulta. Son
los casos de aquellos adolescentes que prefieren vivir en el presente y actuar
en función del devenir de los acontecimientos. Cuando sea necesario, piensan,
ya decidiré.
En algunas ocasiones, esto no supone ningún problema
porque acaban -puede que incluso con más conocimiento de causa- por tomar
conciencia de la importancia de decidir uno mismo sobre su propio futuro y por
encontrar su camino. En otras ocasiones se alarga indefinidamente la
indefinición personal y corre el riego de dejarse llevar por las circunstancias
sin asumir ningún compromiso. En este último caso la ayuda de los padres y
educadores podrá ser el revulsivo necesario.
En definitiva, si la crisis de adolescencia se
resuelve positivamente, a un período de indecisión y de cierto desconcierto
sucede otro en que, con la toma de conciencia de sí mismo y la asunción de un
compromiso de futuro, se inicia el camino hacia una feliz integración en la
vida adulta.
Indudablemente, la superación de la crisis de
identidad estará relacionada con nuestra participación en el conflicto. Si a
partir de los 12 ó 13 años ofrecemos a nuestros hijos nuevos horizontes y
nuevas aspiraciones, si los ayudamos a conocerse y a comprometerse, seguramente
avanzarán hacia su objetivo con paso más firme y seguro. Por otro lado, la
orientación profesional que ofrecen muchos de los centros educativos de
secundaria, podrá contribuir de modo eficaz al mismo fin.
José María Lahoz García
Pedagogo (Orientador escolar y profesional),
Profesor de Educación Primaria y de Psicología
y Pedagogía en Secundaria
Fuente: solohijos.com