lunes, 21 de enero de 2013

El adolescente ante su futuro profesional


Uno de los retos más importantes que ha de resolver el adolescente entre los 14 y 18 años es la toma de decisiones sobre su futuro profesional. Es una tarea difícil porque de esta decisión dependerá que tome un camino con el que se sienta realizado a corto y a largo plazo. Este momento crucial reclama la atención de los padres que deberán prestarle ayuda para escoger la formación que más se adecue a sus expectativas en la vida.


A lo largo de la adolescencia, el joven se ve en la necesidad de tomar una serie de decisiones y de asumir una serie de compromisos que facilitarán o que dificultarán su llegada al mundo laboral. Por desgracia, la complejidad de nuestras sociedades desarrolladas exige una serie de años de preparación teórica y práctica para lograr una buena integración profesional. Como consecuencia, si por cualquier motivo el adolescente toma decisiones equivocadas, no encuentra su vocación o no asume los compromisos precisos para lograr la formación necesaria, corre el riesgo de no sentirse realizado en su posterior vida profesional.

Seguramente este hecho, junto con otras dificultades semejantes en relación a la sexualidad, constituyen la esencia de la llamada "crisis de la adolescencia". Tiene la fuerza, la apariencia y la habilidad de un adulto pero no puede disfrutar de la condición socioeconómica de adulto, empieza a tener pensamiento de adulto pero no disfruta de la autonomía del adulto, dispone de apetito y capacidad sexual pero no puede usarla como el adulto. Y en medio de ese ser y no ser adulto, se le pide que se esfuerce para lograr, más adelante, los privilegios de adulto que ahora se le niegan.

Los adolescentes, entre los 14 y 16 años, deberán decidir si seguirán estudios más bien teóricos o si accederán a niveles de formación profesional de tipo más práctico. Según la decisión tomada, necesitarán el compromiso para lograr el mejor nivel posible en sus estudios.

Para que la decisión tomada sea la más adecuada deberían haber desarrollado su propia identidad, es decir conocer de sí mismos algunos aspectos relevantes para decidir con acierto. Deberían conocer:

·         Sus aptitudes, es decir aquellas habilidades físicas o intelectuales en las que poseen mayor destreza.

·         Sus intereses o aspiraciones, aquellos logros que les impulsan a comprometerse, a invertir parte de su tiempo y de su entusiasmo por lograrlos.

·         Su manera de ser y de comportarse, su personalidad, su originalidad.

Conocerse a sí mismo es fundamental para decidir sobre la futura actividad laboral o los estudios que se cursarán. Pero también debemos tener en cuenta que los rasgos que definen a un adolescente son susceptibles de cambio. Los intereses y aspiraciones pueden modificarse al entrar en contacto con nuevas realidades, con nuevos horizontes... Por lo tanto, empezar a asumir algunos compromisos que tienen que ver con la preparación necesaria para retos posteriores, y profundizar en su propio conocimiento serán dos actividades que se irán completando siempre de forma paralela.

Cuando el adolescente no logra establecer compromisos más o menos explícitos que le encaminen en una dirección concreta, está aplazando el momento de hallar su vocación y de entrar en la etapa adulta. Son los casos de aquellos adolescentes que prefieren vivir en el presente y actuar en función del devenir de los acontecimientos. Cuando sea necesario, piensan, ya decidiré.

En algunas ocasiones, esto no supone ningún problema porque acaban -puede que incluso con más conocimiento de causa- por tomar conciencia de la importancia de decidir uno mismo sobre su propio futuro y por encontrar su camino. En otras ocasiones se alarga indefinidamente la indefinición personal y corre el riego de dejarse llevar por las circunstancias sin asumir ningún compromiso. En este último caso la ayuda de los padres y educadores podrá ser el revulsivo necesario.

En definitiva, si la crisis de adolescencia se resuelve positivamente, a un período de indecisión y de cierto desconcierto sucede otro en que, con la toma de conciencia de sí mismo y la asunción de un compromiso de futuro, se inicia el camino hacia una feliz integración en la vida adulta.

Indudablemente, la superación de la crisis de identidad estará relacionada con nuestra participación en el conflicto. Si a partir de los 12 ó 13 años ofrecemos a nuestros hijos nuevos horizontes y nuevas aspiraciones, si los ayudamos a conocerse y a comprometerse, seguramente avanzarán hacia su objetivo con paso más firme y seguro. Por otro lado, la orientación profesional que ofrecen muchos de los centros educativos de secundaria, podrá contribuir de modo eficaz al mismo fin.


José María Lahoz García
Pedagogo (Orientador escolar y profesional),
Profesor de Educación Primaria y de Psicología
y Pedagogía en Secundaria

Fuente: solohijos.com

 



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