|
Para padres católicos e hijos
incrédulos |
La contradicción entre lo que se dice
con lo que hace, es una razón muy poderosa en el conflicto entre adultos y
jóvenes. La juventud exige, y está en su derecho, que los adultos seamos
congruentes.
La tiranía, el odio, la envidia, el egoísmo, la soberbia, el
poder, el dinero y el placer, son la porquería y la contradicción que los
jóvenes observan en nosotros los adultos y provoca desconfianza, alejamiento y
frustración en las nuevas generaciones.
La rebelión, el resentimiento, el
choque, indudablemente que tiene origen en la familia. Todo el negativismo de
los adultos ocasiona trastornos de consecuencias funestas en la
juventud.
El mal ejemplo de los papás, además de crear desconfianza,
traerá efectos irreversibles en la personalidad de los hijos.
Los jóvenes
tienden con frecuencia a buscar escapes al ambiente negativo, destructivo e
incomprensible de su ambiente familiar.
El alcoholismo, la drogadicción y
el pandillerismo son algunos de los escapes a los que recurren los jóvenes por
la falta de un verdadero cariño y diálogo familiar, ahí encontraremos la causa y
el efecto.
La juventud ahora ha adquirido mayor capacidad de crítica
hacia sus mayores. Se han despojado de una sumisión indigna. Pero los adultos no
estamos en “condición” de aceptar nuestros errores porque creemos que eso nos
llevaría a perder “autoridad”. No queremos entender:
El ateo Jean Paul
Sastre, escritor existencialista confiesa que “él no llegó al ateísmo por un
conflicto de dogmas, sino por la indiferencia religiosa de su
familia.”
El premio Nóbel agnóstico Alberto Canus, decía: “Si no se cree
en nada, si nada tiene sentido y si en ninguna parte se puede descubrir valor
alguno, entonces todo está permitido y nada tiene importancia.” Dostoiewski, el
gran escritor ruso, dice por medio de uno de sus personajes: “Si Dios no existe
todo está permitido”.
“Una familia cristiana que viva unida, que sea
íntegra, fecunda y santa es garantía de futuro para el cristianismo. Junto a la
familia, la juventud es una instancia suprema en nuestro tiempo.” (Autor:
Ecclesia. Revista de cultura católica) (Catholic.net).
El problema de la
actualidad y el mal ejemplo:
“No son pocos los católicos que ante los
problemas, dificultades y males que ven dentro o fuera de la Iglesia, adoptan
una postura pasiva de inhibición o de inútil critica, sin arrimar el hombro para
nada en mejorar la situación.
Si el mal avanza y se consolida en el mundo, no
pequeña parte de responsabilidad la tenemos ante el Señor, los que nos llamamos
cristianos y… nos dedicamos a sestear o, quizás, a que el Papa o la Jerarquía,
den la cara y nos saquen las castañas del fuego. Como si los laicos no fueran
Iglesia y fuera suficiente ser buena persona, cumplir con la Iglesia y dejar que
arreglen otros lo que está mal. Creo sinceramente que mucho mejor irían las
cosas en todas partes, si los católicos – sobre todos los bien formados en su
fe- en nombre de Jesús, dieran por escrito, o por palabra su valiente
testimonio” (Autor: Miguel Revilla San Martín, Pbro. / Fuente:
Catholic.net)
Las armas espirituales del
cristiano
“Protéjanse con toda la armadura que Dios les ha dado, para
que puedan estar firmes contra los engaños del diablo. Manténganse firmes
revestidos de la verdad y protegidos por la rectitud. Estén siempre listos para
salir a anunciar el mensaje de la paz. Que su fe sea el escudo que los libre de
las flechas encendidas del maligno.
Que la salvación sea el casco que
proteja su cabeza, y que la palabra de Dios sea la espada que les da el Espíritu
Santo. Manténganse alerta, sin desanimarse” (Efe. 6, 11-18)
En la
actualidad el católico cristiano debe escuchar la palabra de Dios, vivirla
(llevarla a la práctica), y transmitirla sobre todo con el testimonio de vida,
son la exigencias de nuestro tiempo principalmente en nuestra iglesia
doméstica.
“El hábito no hace al monje”
La apariencia, lo
exterior, las palabras y las costumbres no hacen al monje, pero si nos hacen
falsos católicos. No basta con predicar. Si no hay que practicar lo que se
predica.
Lo que en verdad hace a un monje y a un católico, verdadero
monje y verdadero católico, es lo interior: las buenas obras, el ejemplo, el
convencimiento, la alegría, la participación, el compromiso, la congruencia, el
evitar la doble personalidad y el individualismo.
No se puede hablar de
humildad si estamos llenos de soberbia. No se puede hablar de generosidad si
estamos llenos de avaricia. No podemos hablar de castidad si estamos llenos de
lujuria. No podemos hablar de paciencia si estamos llenos de ira, no podemos
hablar de caridad si estamos llenos de envidia. No podemos hablar de moderación
si estamos llenos de gula.
Autor: Francisco Mario Morales | Fuente: Catholic.net
|